sábado, 14 de septiembre de 2013

DOMINGO XXIV. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.





Domingo 15 de Septiembre del 2013. Lc. 15, 1-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
- «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
- «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al Regar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles:
¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido. "
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:  ¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido. "
Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»
También les dijo:
- «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
"Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo:
"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros. Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo:
"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados:
"Sacad en seguida el mejor traje y vestido; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó:
"Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre:
"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le dijo:
"Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»

CUENTO:    EL MILAGRO DEL PERDÓN

Existía un monasterio que estaba ubicado en lo alto de la montaña. Sus monjes eran pobres, pero conservaban en una vitrina tres manuscritos antiguos muy piadosos. Vivían de su esforzado trabajo rural y fundamentalmente de las limosnas que les dejaban los fieles curiosos que se acercaba a conocer los tres rollos, únicos en el mundo. Eran viejos papiros con fama universal de importantes y profundos pensamientos. En cierta oportunidad, un ladrón robó dos rollos y se fugó por la ladera. Los monjes avisaron con rapidez al abad. El superior, como un rayo, buscó la parte que había quedado y con todas sus fuerzas corrió tras el agresor y lo alcanzó: "¿Qué has hecho? Me has dejado con un sólo rollo. No me sirve. Nadie va a venir a leer un mensaje que está incompleto. Tampoco tiene valor lo que me robaste. Me das lo que es del templo o te llevas también este texto. Así tienes la obra completa." "Padre, estoy desesperado, necesito urgente hacer dinero con estos escritos santos". El abad le dijo : "Bueno, toma el tercer rollo, si no, se va a perder en el mundo algo muy valioso. Véndelo bien. Estamos en paz”.  Los monjes no llegaron a comprender la actitud del abad. Estimaron que se había comportado débil con el ladrón, y que era el monasterio el que había perdido. Pero guardaron silencio, y todos dieron por terminado el episodio. Cuenta la historia que después de una semana, el ladrón regresó. Pidió hablar con el Padre Superior: " Aquí están los tres rollos, no son míos. Los devuelvo. Te pido, en cambio que me permitas ingresar como un monje. Cuando me alcanzaste, todo me esperaba, menos que tuvieras la generosidad como para darme el tercer rollo y la confianza en mí como para creer el valor de mi necesidad, y que todavía dijeras que estábamos en paz, perdonándome con mucha sinceridad. Eso me ha hecho cambiar. Mi vida se ha transformado". Nunca ese hombre había sentido la grandeza del perdón, la presencia de tanta generosidad. El abad recuperó los tres manuscritos para beneficio del monasterio, ahora mucho más concurrido por la leyenda del robo y del resarcimiento. Y además consiguió un monje trabajador y de una honestidad a toda prueba.


ENSEÑANZA PARA LA VIDA:

Durante siglos se ha estado especulando, debatiendo y escribiendo sobre los atributos más importantes de Dios: Omnipotente, Omnisciente, Creador, Omnipresente, Trascendente….todos resaltando más el poder que el amor de Dios. Parece que a nadie se le ocurría simplemente echar un vistazo al evangelio de hoy y a la parábola del Hijo Pródigo. Bastaba esta historia para decirlo todo sobre Dios. Lo resumió muy bien san Juan en su carta: “Dios es AMOR”. Amor omnipresente, omnisciente, creador, omnipotente, pero sobre todo y ante todo AMOR. Dios no es un Ser lejano, ajeno a nuestro dolor, nuestro pecado, nuestros problemas. Dios es un PADRE que nos ama, nos acoge, nos perdona SIEMPRE. Su amor y su perdón no tienen más límites que nuestra propia libertad. Siempre me ha impresionado la figura de ese Padre de la parábola esperando al hijo en la puerta, porque su corazón dolorido le decía que volvería. Siempre me ha emocionado cómo el es el Padre el que sale corriendo a abrazar a su hijo. ¡Hay algo más que decir sobre Dios! Sólo adorar y agradecer este inmenso AMOR MISERICORDIOSO, dejarnos abrazar por El, abandonarnos en su pecho, llorar de arrepentimiento, sentir su corazón latiendo al compás de su inmenso cariño por nosotros. ¿Quién dijo que Dios da temor, miedo, distancia? ¡Cuánto daño se le ha hecho a Dios presentándolo como el Juez castigador, como el Supremo quisquilloso que hurga en la herida de nuestros pecados para mandarnos al infierno. Se nos olvidó que el único poder que Dios tiene es su no-poder, el poder desnudo del AMOR.
Me maravilla la grandeza del hombre que es capaz de poder llenar de gozo a Dios dejándose perdonar y abrazar por el infinito poder de su misericordia y su compasión.
Y frente este Dios, nosotros hijos pródigos, viviendo una vida a veces tan alejada de este Amor, mendigando amores fugaces, alegrías pasajeras del poder, del placer, del consumir, creyendo que ahí encontraremos el sentido a nuestras vidas. O hermanos mayores, creyéndonos mejores que los demás porque vamos a Misa y tenemos derechos adquiridos, echándole a Dios a la cara nuestros deberes cumplidos y sus “obligaciones” para con nosotros. Como si el Amor de Dios se pudiera comprar con nuestros actos de cumplimiento.
Dejémonos invadir por el gozo y alegría de ser amados gratuita e incondicionalmente por Dios. Y sentiremos, como el cuento de este domingo, que nuestro corazón se transforma y que somos capaces también nosotros de perdonar como Dios nos perdona. Así rezaremos con sentido el Padrenuestro y seremos capaces de romper las barreras entre hermanos, y dejaremos de juzgar a los demás y nos reconciliaremos con los que nos ofendieron y ofendimos, y construiremos así la civilización del amor y del perdón. Y el mundo será esa casa común del Padre donde todos cabemos y estamos invitados a la fiesta, al banquete del amor, y todos seremos vestidos con el traje de gala y el anillo de la dignidad de hijos de Dios. ¿Bonito, verdad? ¿Utópico? Quizá, pero no imposible. Podemos vivir este perdón y este amor en los detalles de cada día, siendo más amables, más acogedores, más tolerantes, menos criticones, más solidarios, más sonrientes, más positivos.
Intentémoslo. Dios nos ayudará.

¡QUE TENGAS UNA FELIZ Y MISERICORDIOSA SEMANA!

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