viernes, 27 de diciembre de 2013

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA





Siempre coincide cercana la fiesta de la Sagrada Familia con la de Santa María Madre de Dios.
 ¡Qué hermosa coincidencia y qué tema más actual!. 
Porque hay qué ver cómo está la familia en España y en general en Europa y en el mundo, al menos la que llaman familia “tradicional”. Cada vez menos gente se casa, cada vez más gente se divorcia, cada vez menos compromisos estable. Y para colmo se amplía el concepto de familia y se trastoca el término matrimonio. 
En fin, que si no hay crisis familiar, al menos hay crisis del concepto mismo de familia. Y, sin embargo, la familia “tradicional” como se la llama ahora a lo que siempre hemos considerado familia, sigue siendo la institución más valorada por la gente. 
Y basta ver el mundo de la educación para comprobar la importancia y la influencia de la familia en la educación y desarrollo de los alumnos. Nuestra propia experiencia nos dice lo importante y decisiva que ha sido el testimonio y el ejemplo de nuestra propia familia.

Pero es claro que no está muy de moda hablar hoy de la familia.
Y curiosamente es la Iglesia la institución que más está haciendo por seguir defendiendo el concepto de familia como unión estable de hombre y mujer para educar a los hijos. Claro que por esto es tachada de retrógrada y anticuada.
 Pero a la vez, en la propia sociedad se reconoce que en muchas conductas agresivas actuales  de niños, adolescentes y jóvenes está la ausencia de claras normas de conducta que se viven en la familia.
Y en esta situación la Iglesia nos presenta hoy el modelo de la Sagrada Familia de Nazareth. Modelo de familia cristiana, donde Dios ocupa el centro y donde se vive la auténtica armonía del amor.
 Familia modelo, que no exenta de problemas. Y problemas gordos de persecución como vemos en el Evangelio de hoy.
 Persecución que en cierto modo vemos hoy, no de forma directa, pero sí indirecta a la familia tradicional, cuando se fomentan en plan de igualdad otros modelos de familia o cuando no se incentiva económica ni socialmente el tener hijos, al menos en España. 
También me parece un atentado a la familia y a la vida el pensamiento supuestamente “progre” de quienes defiende los derechos de la mujer a costa de los derechos de nos no nacidos, promoviendo una permisividad con el aborto que no se tiene con otros supuestos atentados a la vida.
 Atentado es la imposición de ciertas pautas educativas y de transmisión de valores que corresponden principalmente a los padres. Atentado es la promoción del divorcio exprés, rápido, sin problemas que hace que en estos momentos en España haya ya tantos divorcios como matrimonios empiezan su andadura, con las consecuencias nefastas que sabemos tiene en los hijos y las heridas que dejan en las parejas. Ya sé que son temas complejos, pero en absoluto se pueden tramitar por la vía más fácil o más rápida, porque están en juego valores, sentimientos, derechos, estabilidad educación, niños, jóvenes, ancianos. 
Pero, a pesar de todo, la familia sigue siendo el marco natural y primero donde nacemos, vivimos las primeras y fundamentales experiencias que configurarán nuestra personalidad y nuestra felicidad.
 Y por eso debemos dedicarle todo la atención y todo nuestro mejor tiempo, no nos vaya a pasar como al padre del cuento que, tarde, se dio cuenta de que no había puesto a su familia y a su hijo en los primeros puestos de su jerarquía de prioridades.
 Y es que la familia es la  primera comunidad donde se viven y se aprenden los principales valores de la vida, pero una familia que debe ser no sólo grupo, sino hogar, vivencia concreta del amor dado y recibido, preparación para vivir en sociedad en clave de respeto, tolerancia, solidaridad y responsabilidad. 
Y si Dios está en medio, como lo estuvo entre José, María y Jesús, y como debería estarlo en toda familia que se declare cristiana, sin duda que esos valores se acentuarán y serán beneficiosos para la Iglesia y la sociedad en general.

Revisemos hoy nuestra propia familia. ¿Es comunidad de amor? ¿Se cultiva el respeto, la generosidad, la solidaridad, el sacrificio por los demás, la alegría del tiempo compartido gratuitamente?. ¿Se vive y se educa en ella la fe? ¿Hay una autoridad que es ante todo signo de unidad y de feliz convivencia y no de imposición despótica? ¿Hay verdadero diálogo y consenso y participación de todos?
 No nos dediquemos sólo a criticar lo mal que está la familia en la sociedad o los ataques que sufre, hagamos como hizo el Papa Francisco y propongamos positivamente el modelo de familia cristiana, dando ejemplo y respetando a aquellos que no piensan como nosotros, y eso sí, exigiendo donde haya que exigir que se apoye y se impulse una vida de familia armoniosa, que permita compaginar trabajo con atención a los hijos, que facilite el tiempo de comunicación y de cultivo de los buenos valores humanos y cristianos. 
 Y QUE LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARETH NOS AYUDE A SEGUIR CONSTRUYENDO UNA FAMILIA Y UNA SOCIEDAD MÁS HUMANAS, MÁS FELICES, MÁS RESPONSABLES Y COMPORMETIDAS EN LA IGLESIA Y LA SOCIEDAD. Y QUE MARÍA, CUYA FIESTA CELEBRAREMOS EL 1 DE ENERO, DÍA MUNDIAL DE LA PAZ, SEA NUESTRA INTERCESORA ANTE DIOS, PARA QUE NOS AYUDE A SER CONSTRUCTORES DE PAZ DESDE LA FAMILIA, PAZ QUE IRRADIARÁ ASÍ AL MUNDO ENTERO. ¡FELIZ AÑO NUEVO A TODOS!


sábado, 21 de diciembre de 2013

FELIZ NAVIDAD 2013






"En las próximas semanas el árbol de Navidad será motivo de alegría" (Benedicto  XVI)     "Generalmente en el árbol decorado y a sus pies se colocan los regalos de Navidad. El símbolo se hace elocuente también desde el punto de vista típicamente cristiano: recuerda el árbol de la vida, representación de Cristo, supremo don de Dios a la humanidad." (Juan Pablo II)
FELIZ NAVIDAD

martes, 3 de diciembre de 2013

Ayuda a la víctima de maltrato



Pese a que cada vez son más las mujeres maltratadas que se atreven a alzar su voz, tenemos constancia de que otras tantas siguen calladas e inmersas en un círculo agobiante del que les es difícil salir por diversas razones. Desde nuestra experiencia personal tendemos a intentar decirles que denuncien, que no aguante, que piensen en sus hijos,…, y otros tantos mensajes que, pese a las buenas intenciones, no dejan de ser un reflejo del desconocimiento y la falta de empatía. Pensemos un momento: ¿sería fácil denunciar a tu pareja en un municipio pequeño en el que todos son conocidos?, ¿sería fácil mantener una orden de alejamiento en un municipio en el que pocas calles miden más de 500 metros?


Cuando las campañas publicitarias nos instan a denunciar, se olvidan de algo: no es fácil salir de una situación de maltrato en zonas rurales, en pequeños municipios, ya de por sí enclaustrados en viejos prejuicios y valores que chocan, doy fe, con la situación de mayor anonimato que se vive en pueblos o ciudades más grandes.
EL PROCESO DEL MALTRATO
Pero, ¿por qué? ¿Dónde se genera el problema? ¿Qué es lo que acontece para que la persona a la que has elegido como compañero de viaje llegue a menoscabar por completo tu autoestima, te hiera física y psicológicamente, y dañe directa o indirectamente a los niños que ambos, por lo general, decidisteis un día traer al mundo?

Ana relata que “era el hombre de su vida” cuando le conoció y se enamoró de él. Los malos tratos no comenzaron con una paliza. Si esto hubiese ocurrido así, quizás hubiese sido más fácil pedir ayuda.

El proceso de maltrato suele comenzar de manera insidiosa, gradual: insultos, pequeñas vejaciones, aislamiento progresivo de cualquier red familiar o social,… a veces se repiten tanto los pequeños altercados que llega a normalizarse como proceso de comunicación en la pareja. Los pequeños avisos que Ana pudo haber observado al principio de la relación le habrían puesto en alerta pero, como también suele ocurrir, no fueron percibidos en su momento: ahora sí es consciente de cómo él trataba a su propia madre, cómo él fue minando poco a poco las relaciones con sus amigas, con su propia familia.



Luego aparecen los primeros golpes, las humillaciones más íntimas, la vergüenza de una misma al mirarse al espejo, y, finalmente, el arrepentimiento de él: esa dulzura al pedirle perdón que llegaba a 'compensar' el resto de acontecimientos. Es esta fase de arrepentimiento del agresor, de muestras de necesidad obsesiva por ella, lo que crea en ocasiones el llamado "síndrome de Estocolmo doméstico": la víctima justifica en mayor o menor grado el comportamiento agresivo de su compañero. Por no hablar de la constante preocupación de muchas mujeres por sus hijos: “¡Cómo voy a separarles de su padre!”.

INTERVENCIÓN CON LA VÍCTIMA


Mujeres como Ana necesitan, tras romper con su pareja, entender por qué no han sido capaces de detenerse a tiempo. Necesitan que alguien les explique por qué volvían a perdonarle una y otra vez en esos momentos de arrepentimiento que convertían la convivencia en una luna de miel. Así, la expresión emocional de la mujer víctima de maltrato es tan importante como la recepción emocional, es decir, que el profesional la ayude a entenderse a sí misma, eliminando con ello el sentimiento de culpa y vuelva a creer en ella misma. El aumento de autoestima permitirá a la mujer replantearse su vida, hacer planes de futuro y sentirse plenamente capaz y autónoma. El proceso completo dependerá de múltiples factores: la gravedad y duración del maltrato, las habilidades personales de la víctima, la red de apoyo familiar y social, etc.
¿QUÉ NECESITA LA MUJER MALTRATADA?

Necesita ser escuchada, pero no es fácil. El profesional que ejerce la escucha ha de estar desprovisto de todo prejuicio. Es probable que el discurso de la víctima esté compuesto por mucha información “descolocada”: descripción de situaciones de maltrato, expresión de sentimientos, preguntas indicativas del sentimiento de culpa, etc. Nuestro papel ha de consistir en 'recolocar' toda esa información. La víctima ha metido todo en el mismo saco y nosotros, a través de esa escucha activa, se lo vamos a devolver metido en 'bolsitas' individuales. Los problemas dejan de tener el valor que les damos una vez que los hemos delimitado, que los hemos convertido en lo que realmente son, sin mezclar unos con otros. A partir del momento en que una persona sabe exactamente cuál es su problema, entra en una fase en la que le es posible generar alternativas de solución. Al mismo tiempo, como ya se señaló, la víctima necesita entenderse a sí misma. La culpa desaparece cuando el profesional le hace consciente de lo normal que es sentir las cosas que ella ha sentido. Se debe empatizar con la víctima pero enseñarla, al mismo tiempo, a que ella empatice consigo misma, que se entienda, que conozca las razones que le impulsaron a perdonar, a justificar, etc.

El maltrato



En líneas generales y siempre supeditado a las diferencias en cada caso, el perfil del agresor suele coincidir con un hombre que, pese a las apariencias, es inseguro, con una notable falta de autoestima, con problemas para aceptar la frustración, con restricción emocional (es decir, niegan su área emocional por considerarla signo de debilidad; nunca hablan de sus emociones) y con una total dependencia de la pareja, la única que le da sensación de poder.

En la inmensa mayoría de los casos, no se trata de un enfermo mental, porque su ira no responde a ningún problema de índole orgánico
 (pese a que hay numerosas teorías que apuntan en esta dirección).


Tampoco tiene por qué coincidir con el perfil de un hombre que fue niño maltratado o víctima de maltrato, aunque no debemos olvidar que la violencia es una conducta aprendida. El proceso a través del cual el hombre aprende que la violencia es útil para resolver problemas cotidianos, para vencer sus frustraciones, comienza con probabilidad en la primera infancia.

¿Cuál es la diferencia?, ¿por qué hay tantas personas que aún creen que el maltrato se debe a una enfermedad mental? Una de las claves a estas preguntas radica en la descripción de la situación en que se desarrolla el maltrato. 

Si la violencia es como consecuencia de una enfermedad mental basada en una estructura de delirios, pensamientos ciertos para quien los padece y sin posibilidad de razonarlos, el hecho mismo de golpear sería una respuesta a esos delirios por lo que, mientras golpea, no siente la culpa o el remordimiento. La mujer explica, entonces, que ve a su agresor como alguien frío, que le ha hecho daño sin decir palabra (o palabras inconexas relacionadas con el delirio) y que luego no pide perdón. Esto, como ya hemos señalado, ocurre puntualmente y en casos excepcionales. 

El resto de agresores, la gran mayoría, mientras golpea, está verbalizando justificaciones en forma de insultos o de excusas, de que le han provocado. Posteriormente, tienden a pedir perdón y compensar a su pareja de formas diferentes. Este hecho nos hace ver que el agresor tiene conciencia o remordimiento o dejémoslo solo en miedo a las consecuencias de sus actos. Por lo tanto, es capaz de razonar y eso implica que no tiene una enfermedad mental. 

INTERVENCIÓN CON EL MALTRATADOR

Si estamos de acuerdo en que la violencia es una conducta aprendida, estaremos de acuerdo, pues, en que se puede y se debe intervenir de cara a reaprender nuevas formas de comunicación. A este respecto, el debate está servido. Las medidas de castigo empleadas a través de diferentes políticas de actuación en materia de maltrato doméstico no son efectivas. O, al menos, no lo son sin un proceso de intervención continuo que las acompañe. Para que la intervención con el maltratador sea efectiva, debe ser muy individualizada (pese a que muchas técnicas se lleven a cabo en forma de grupo). Debemos comenzar por analizar el esquema mental del agresor: ¿qué valores o principios le rigen en su forma de pensamiento?, ¿qué habilidades personales tiene?, ¿cuál es su experiencia personal con la violencia, con las figuras de apego en su infancia?, ¿cómo es su nivel de autoestima?, etc. Es importante que el profesional sepa crear un conflicto en el propio agresor, esto generará el enganche de cara al proceso de intervención.

Nuestra experiencia nos indica que el nivel de éxito en la intervención viene determinado por dos factores principales: la edad del agresor y su nivel cultural (que no socioeconómico).
 Cuanto más joven es y mayor nivel cultural (o mayor capacidad de flexibilizar su pensamiento estanco), mayor probabilidad de éxito hay en la rehabilitación del maltratador.


GRACIA SÁNCHEZ
Psicóloga especializada en violencia doméstica

domingo, 1 de diciembre de 2013

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO A.



PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO A.

Domingo 2 de Diciembre del 2007. Mt. 24, 37- 44

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre:
Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.» 

CUENTO: ADVIENTO PARA BUSCAR A DIOS

Cuenta una leyenda oriental que un hombre buscaba en el desierto agua para saciar su sed. Después de mucho caminar, muy fatigado, con la boca reseca, el peregrino descubrió por fin las aguas de un arroyo. Pero, al arrojarse sobre la corriente, su boca encontró sólo arena abrasadora. De nuevo comenzó a caminar, leguas y leguas; su sed y su cansancio iban en aumento. Por fin, escuchó el rumor del agua. Se divisaba en la lejanía un río caudaloso y ancho; sus manos tomaron  el líquido tan ansiado, pero de nuevo era sólo arena. Siguió caminando, con la lengua fuera, como un perro sediento. Hasta que de nuevo se oyó rumor de aguas de una fuente. Su chorro cristalino formaba un gran charco. Pero sólo la decepción respondió a la sed del caminante. Y con renovado afán se lanzó de nuevo al desierto. Atravesando montes y valles, sólo encontró soledad y aridez. No había agua, ni rastro de ella. Un día le sorprendió un viento de humedad; allá, a lo lejos, pareció que el mar inmenso brillaba ante sus ojos. El agua era amarga, pero era agua. Al hundir su cabeza ansiosa entre las olas, no hizo sino sumergirse en un fango que no estaba originado por el agua. El peregrino entonces se detuvo; se acordó de su madre, que tanto sufriría por él cuando supiera de su muerte. Las lágrimas vinieron a sus ojos, resbalaron por sus mejillas y cayeron en el cuenco de sus manos. Entonces, asombrado, se dio cuenta de que aquellas lágrimas había saciado de verdad su sed, y el peregrino, tomando fuerzas, prosiguió su camino y sintió su alma llena de luz. Fue un gran descubrimiento saber que el agua que buscaba no estaba en el desierto, sino dentro de su propio corazón.


ENSEÑANZA PARA LA VIDA:

Ya empiezan las calles y comercios de nuestras ciudades y pueblos a llenarse de luces y adornos navideños que nos invitan a prepararnos anticipadamente a la gran fiesta cristiana del Nacimiento de Cristo. Claro que la finalidad de todas esas luces no es religiosa, sino comercial. Nos invitan a prepararnos, comprando y consumiendo más y más.
Los cristianos no estamos exentos de esa propaganda y corremos el riesgo de dejarnos invadir por esa fiebre consumista.
Para eso está el Adviento, para llamarnos la atención sobre nuestra vida, muchas veces llena de ruidos y cosas materiales que nos impiden escuchar la voz de Dios que clama en el desierto de nuestra rutina diaria y nos invita a convertirnos y a sacudirnos la modorra de una fe cómoda y poco comprometida.
Hoy la Palabra de Dios nos invita a estar en vela y a saber discernir y vivir la verdadera Navidad en medio de esta confusa mezcla de ruidos, luces de colores, compras, diversión, carrera frenética por tener y consumir más.  Adviento es una mirada primero hacia dentro, y además hacia fuera. Hacia dentro para mirarnos en sinceridad y analizar la jerarquía de valores en nuestra vida. ¿En qué estamos cimentando nuestro diario vivir? ¿A dónde vamos con tanta prisa, dejando en el camino tantas cosas importantes esenciales sin atender? Nuestro propio corazón, nuestros sentimientos, nuestra familia, nuestros amigos, nuestra fe, nuestra amabilidad y solidaridad.
Adviento para mirar hacia fuera y hacia arriba. Mirando el mundo seguimos viendo tantas injusticias, tantas desigualdades, tantos enfermos de soledad, tanta impotencia para detener las guerras, el hambre, los desastres naturales, los sufrimientos cercanos y lejanos. ¿Qué hacer? La sociedad de consumo nos invita a evadirnos de esas realidades y nos seduce con sus cantos de sirena que nos prometen una falsa felicidad o nos ofrecen una caridad benéfica que adormezca nuestras conciencias entre tantas luces de neón y tanto escaparate plagado de rutilantes y seductores productos. Como cristianos no podemos simplemente conformarnos con vivir una Navidad como los demás. Para eso tenemos el Adviento, para prepararnos bien al encuentro con ese Jesús que viene a nuestras vidas cada día, que quiere nacer en nuestros corazones en cada momento, en cada persona, en cada pobre que nos necesita. Adviento es tiempo de esperanza. Y es que un cristiano no cae en el pesimismo ante lo que ve, porque sabe que en el horizonte de nuestra vida está Dios y con Él podemos transformar esta realidad llena de injusticias, pero también llena de mucha bondad y belleza, que nos rodea. Y es que el mensaje del Adviento no es un mensaje catastrofista, sino un tiempo para la esperanza. En medio de cualquier situación humana, se cual sea, no debemos desanimarnos, debemos mirar a Cristo que viene, que ya está en medio de nosotros, que se camufla en el pobre y el necesitado, en quien necesita de nuestro amor. Ahí reside la auténtica liberación que nos trae Cristo, la felicidad que nos promete, el verdadero significado de la Navidad.
Adviento nos llama a volvernos una vez más a Dios, a través de una mayor vida de oración, de una más asidua participación en la Eucaristía y en la comunidad cristiana, a través de una más auténtica solidaridad con los más necesitados.
La verdadera preparación a la Navidad no consiste en pretender nuestras vidas de muchas cosas materiales, de caer en la droga del comprar por comprar, pensado quizá que en tener más consiste en ser más feliz.
Miremos desde ahora a Belén. Dejemos que desde este primer domingo nuestras vidas se vuelvan hacia la estrella de luz que surge de aquel sencillo pesebre.
Preparémonos por dentro, dejemos de buscar la felicidad fuera de nosotros, como nos dice el cuento de hoy. Dios está dentro, en lo más íntimo de nosotros mismos, como decía San Agustín.
Que la voz de Dios resuene en nuestras vidas. Hagamos espacio de silencio, de oración, de escucha. Dios viene, Dios está entre nosotros. Somos nosotros quienes debemos ir a El y reconocerlo, escucharlo y amarlo.
En este tiempo y en esta sociedad nuestra donde abunda mucho la risa, el bienestar y el ruido, pero no siempre la alegría verdadera y la felicidad, más que nunca es actual el mensaje sencillo, humilde, alegre y solidario de la Navidad.
Nosotros, los cristianos, somos los primeros que tenemos que dar ejemplo y convencer a los demás de la verdadera celebración de la Navidad. ¡FELIZ Y VIGILANTE COMIENZO DEL ADVIENTO PARA TODOS!.