jueves, 31 de octubre de 2013

DOMINGO XXXI. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C



Domingo 3 de Noviembre del 2013. Lc. 19, 1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor:«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»Jesús le contestó:- «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

CUENTO: SÓLO EL AMOR NOS CAMBIA

Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y yo no dejaba de recordarme lo neurótico que yo era. Y me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara.
Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.
Pero un día me dijo: “No cambies. Sigue siendo tal cual eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte”.
Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: “No cambies. No cambies…Te quiero…”
Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡oh maravilla!, cambié.

 



ENSEÑANZA PARA LA VIDA:

Desde luego llevamos unos domingos no aptos para cristianos conformistas o piadosos. Primero fue el leproso samaritano, un extranjero; luego el publicano pecador; y este domingo Zaqueo, el recaudador mal visto, amigo del dinero y del fraude, y un “impuro” para los escandalizados fariseos. ¿Quién dijo que Jesús era un melifluo Mesías o amilbarado Hijo de Dios?. Está claro que Jesús no tenía pelos en la lengua y que fue un claro transgresor de la Ley judía y de las normas sociales más elementales. Para Él, su misión y su defensa del Reino de Dios estaba por encima de todo lo demás, incluso sobre las más sacrosantas leyes del pueblo judío, supuestamente dadas por el propio Dios. Zaqueo es otro ejemplo más de que el mensaje de Jesús está abierto a todos y nadie puede quedar excluido del amor misericordioso de su Padre Dios. Es evidente que a Jesús le importa el corazón, no las leyes; el arrepentimiento y el perdón, no el pecado. Y lo hace sin imponer nada, sin exigir nada, porque es el mismo amor quien transforma por sí solo. Es Zaqueo quien se acerca, quien se sube a un árbol, que supera sus propias limitaciones; Jesús pone la otra parte, se hace invitar, a la vista de todos, no lo olvidemos, para provocar sin duda, y para dejar clara su opción. Zaqueo no se puede creer. Él, un pecador público, en público recibe el mayor gesto de cercanía y reconocimiento que se podría tener en oriente, ir a comer a su casa nada menos que Jesús, alguien para él tan importante. Y lo hace a la vista de todos. Y come a la vista de todos. Sabiendo que en oriente la comida es algo más que un ejercicio culinario, es un acto social y también religioso, porque es símbolo del Banquete Pascual de la Eucaristía, signo esencial de la pertenencia al Reino de Dios inaugurado por Cristo. Y a partir de ahí, surge lo demás. Ya están puestos los cimientos para el arrepentimiento sincero de Zaqueo. Sin pedirle nada Jesús, muestra una sincera conversión algo desproporcionada, como son desproporcionados la alegría y el amor. Quiere devolver cuatro veces más y dar la mitad de su dinero a los pobres. No es extraña la reacción del propio Jesús, invitando a la alegría por la conversión de aquel hombre, rehabilitado para la sociedad y para Dios. Milagros que hace el amor. Enorme ejemplo para todos nosotros que enseguida juzgamos conductas y condenamos sin piedad. Maravilloso espejo en que mirarnos y en que mirarse la Iglesia, llamada a ser instrumento de salvación, no de condena, de acogida, no de rechazo, de amor, no de exclusión. No son las leyes, las condenas públicas, el rasgado de vestiduras, el sólo recuerdo de los preceptos morales lo que hace cambiar a las personas, sino el amor acogedor y misericordioso, como nos muestra también el cuento que os presento este domingo. Sólo el amor incondicional nos cambia, sólo el perdón nos convierte, sólo la misericordia nos recompone y nos salva, sólo Dios nos devuelve nuestra más grande dignidad de hijos.
Que esta Palabra de Dios y la de todos los domingos anteriores, mueva nuestros corazones y nos haga cristianos más misericordiosos, más humildes, más agradecidos, más gratuitos, más creyentes y confiados en la misericordia de Dios. No tenemos derecho a juzgar a nadie, todos somos pecadores, todos estamos llamados cada día a trabajar por nuestra propia conversión.

viernes, 25 de octubre de 2013

DOMINGO XXX. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.



DOMINGO XXX. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.

Domingo 27 de Octubre del 2013. Lc. 18, 9-14

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola:
- «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
"¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo."
El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:
¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. "
Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

CUENTO: LA RELIGIÓN DE LA VIEJA DAMA
A una vieja dama de mentalidad muy religiosa, a la que no satisfacía ninguna de las religiones existentes, se le ocurrió fundar su propia religión.
Un periodista, que deseaba sinceramente comprender el punto de vusta de dicha anciana, le preguntó un día:
- ¿De veras cree usted, como dice la gente, que nadie irá al cielo, a excepción de usted misma y de su criada?
La vieja dama reflexionó unos instantes y respondió:
- Bueno,….de la pobre María no estoy tan segura.

ENSEÑANZA PARA LA VIDA:

Hace unos cuantos años, el Papa Pablo VI decía que lo peor que le podría pasar al mundo era que se cansaran los buenos; para Jesús, en el Evangelio de hoy, lo peor que le puede ocurrir al verdadero testimonio cristiano son aquellos que se “creen” bueno, que no es lo mismo que ser bueno. Una vez más Cristo desacredita al fariseo, el modelo de hombre fiel cumplidor de la ly, no porque sea piadoso, sino porque es orgulloso y porque desprecia al publicano pecador al que no considera digno de estar ante Dios. Y sobre todo porque pretende comprar la salvación de Dios con sus buenas obras o con sus cumplimientos legales. Y es ése el pecado mayor que los Evangelios de estos días nos están repitiendo: la fe es un don, la salvación es un regalo, no una conquista nuestra, y menos un condicionante para Dios. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a los demás? Sólo Dios conoce los corazones de las personas y las intenciones que las mueven.  Por eso Jesús muestra el verdadero rostro de Dios en sus parábolas, en sus milagros, en el trato con determinadas personas, precisamente para acentuar y mostrar a las claras que todos caben en el corazón de su Padre Misericordioso.
Buena lección para todos nosotros, y en general para la Iglesia, que muchas veces nos creemos los buenos, con derecho a dar certificado de buena o mala conducta a los demás. Siempre mirando la paja en el ojo ajeno, sin ver la viga que tenemos en el nuestro. Es la humildad lo que mueve el corazón de Dios, como el caso de la viuda del domingo pasado. La humildad de no exigir nada, de sentirse pecador ante Dios, pero pecador amado y acogido y llamado a dar frutos abundantes de amor. ¿Cómo nos presentamos nosotros ante Dios cuando rezamos? ¿Le hacemos un recuento de las buenas obras que hacemos, de los derechos que nos da el ir a Misa los domingos o el hacer muchas obras de caridad? ¿Cuántas veces al día criticamos, desacreditamos, incluso a quienes participan en nuestra misma comunidad?
¡Cuánto tenemos todavía que aprender del Maestro, y ponernos, como El, en el último banco, al final de todos, en el puesto menor, para que Dios nos pueda exaltar, pero El, no nosotros mismos! ¡Qué poco a veces hemos aprendido de Cristo arrodillado para lavar los pies a los discípulos, en actitud de total servicio, imagen de lo que debe ser siempre la Iglesia y cada cristiano1 Llamados a servir, no a figurar ni a imponer. Nada fácil por cierto en esta sociedad que siempre nos está invitando a ponernos en los primeros puestos, a figurar en las listas de éxitos, a sentirnos estrellas rutilantes del universo mediático. ¿Quién quiere hoy estar en el último lugar? Pero ese es el distintivo del cristiano: ponerse el último y servir a los últimos. Nada moderno, pero sí profundamente cristiano y, sin duda, fuente de auténtica felicidad.
Tampoco en la Iglesia, en la parroquia, en la comunidad, se quiere pasar desapercibido. Todos más o menos aspiramos a que se nos reconozca, a estar en los primeros bancos o en los mejores puestos. Parece a veces que la humildad y los humildes se han escapado decepcionados de los entresijos de nuestras estructuras eclesiales. Aunque es verdad que hoy también muchas personas no quieren coger puestos de autoridad que exigen mandar y exigen generosidad y servicialidad sin apenas recompensas. De todo hay en la viña del Señor.

Aprendamos de Jesús, y del cuento de esta semana, que nos invitan a no juzgar y a no creernos buenos y superiores a los demás.

¡FELIZ SEMANA LLENA DE LA ALEGRÍA QUE BROTA DE UN CORAZÓN HUMILDE!

martes, 22 de octubre de 2013

Cómo comportarse en la iglesia

Algunas sugerencias para saber estar en la iglesia.
- La iglesia es también tuya, es "Casa de Dios", y en ella se encuentra el Tesoro más grande: La Eucaristía. Jesucristo. Compórtate dignamente en este lugar sagrado, y cuida de él
- Cuando entres, apaga , por favor, el teléfono móvil.
- Haz bien el signo de la cruz con agua bendita, que te recuerda tu Bautismo, que te limpió el alma y te hizo cristiano, es decir, hijo de Dios y miembro de la Iglesia (ahora con mayúscula)
- Cuando entres saluda al que te recibe,  tu Señor, como signo de respeto.
- Si al lado del sagrario, donde se conserva la Eucaristía, hay una luz roja, significa que hay Hostías consagradas y debes mostrar respeto, por ti y por los demás.
- El decoro en el vestir es importante, es saber cómo se debe ir de forma apropiada en determinados sitios, lo hacemos constantemente, en bodas , actos de empresa, etc. En la iglesia también, no debes vestir como si fueras a la playa. Tú te dignificas en tu vestir.
- Recuerda que la puntualidad siempre es bienvenida, y si no has escuchado el Evangelio realmente no has oído misa.
- Intenta ocupar los asientos próximos al altar, es signo de que quieres participar, de unidad.
- En los rezos comunues une tu voz a la de los demás, no vayas ni por delante ni por detrás.
- Todos tenemos paciencia con los niños pero a veces a ellos se les pide demasiado, si se imquietan y lloran, hadles caso y sal a calmarlos.
 Cómo participar en  la Santa Misa
Con las posturas corporales expresamos lo que sentimos, lo que vivimos y la misa es un acto comunitario por lo quedebemos expresarnos así, en conjunto.
Sentados
Durante la lecturas, excluído el Evangelio
En la homilía
En la presentación del pan y el vino hasta que se responde a la invitación :" orar, hermanos..."
Después de la comunión en espera de la oración final.

Inclinados
Se puedo hacer durante el Credo y lo más correcto es en la consagración y la elevación  del Cuerpo de Cristo ( es un signo de respeto y de aceptación).

Arrodillados
No hay obligación, depende de ti, suele ser en la consagración y en tu recogimiento después de comulgar.

Comunión
Puedes recibirla en la lengua y en la mano, para ello pones las manos en acogida, como bandeja y te preparas (lógicamente deberás tenerlas limpias); debes responder al sacerdote "amén" (no," gracias"); delante del sacerdotel te la llevas a la  boca y ya te retiras.



domingo, 20 de octubre de 2013

29ª SEMANA DEL T.O. (20 de octubre de 2013)



Lectura del Evangelio según SanLucas 18,1-8

Para inculcarles la necesidad de orar siempre sin desanimarse, Jesús les contó esta parábola: Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había también en aquella ciudad una viuda que no cesaba de suplicarle: «Hazme justicia frente a mi enemigo». El juez se negó durante algún tiempo, pero después se dijo: «Aunque no temo a Dios ni respeto a nadie, es tanto lo que esta viuda me molesta, que le haré justicia para que ya no venga a buscarme». Y el Señor añadió: −Fíjense en lo que dice el juez injusto. ¿No hará, entonces, Dios justicia a sus elegidos que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Yo les aseguro que les hará justicia inmediatamente. Pero, cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará fe en la tierra?

Comentario

La parábola es muy corta pero llena de contenido. Tiene una finalidad que queda clara desde el comienzo: inculcar la necesidad de orar siempre y sin desanimarse. Orar siempre es la necesidad pero muchas veces no aparece el resultado que espero, que quiero y que imploro, por eso aparece la otra fórmula  mas negativo “sin desanimarse”.

La parábola tiene dos personajes que no son nada ingenuos en el relato, un juez, un hombre con poder que no necesita de nada ni de nadie, no teme a Dios, y no le importa  nadie. Está por encima de todo. No tiene obligación alguna que le exija atender al nadie.

El otro personaje es una viuda, la representación típica en Israel, y en los libros sagrados, de la debilidad, de la pobreza, de la marginación. Junto con los huérfanos y extranjeros representan lo pobre de lo más pobre.

La viuda pide justicia y es el clamor de tantos y tantas que  hoy reclaman trabajo, trabajo digno para vivir con dignidad… la viuda pide justicia y en la parábola representa a una multitud de personas que en este mundo son víctimas de aquellos que por una parte no les importa Dios. Cuando Dios realmente importa el grito de los que sufren resuena en nuestros oídos, cuando Dios realmente importa es imposible no escuchar el clamor del pueblo, como nos dice el Éxodo. Cuando para un seguidor de Jesús, Dios realmente importa, las personas empobrecidas,explotadas y marginadas se convierten en mediación necesaria para el encuentro con Él.

Y por otro lado, cuando no nos importan las personas, cuando lo único que me importa es lo mío, lo que está a mi alrededor, cuando no nos importa nada ni nadie, cuando somos indiferentes al dolor y sufrimiento, al que nos rodea o a cualquiera… estamos ante el pecado más grande. No importar Dios ni los demás es el pecado original.

En la parábola se nos recuerda que Dios si escucha y escucha a todo lo que representa la viuda de Israel. Es verdad que la petición es sin descanso, sin desanimarnos, vemos atisbos del Dios que nos escucha pero también tenemos la sensación de que tarda esa justicia.

Pero esta parábola no es para dejarnos inmóviles esperando, entendemos que nuestra esperanza es en acción, que la petición es una toma de conciencia de aquellos que nos sentimos, porque seguimos a Jesús,  constructores del Reino y que esa justicia es tarea de la Iglesia, que esa justicia gritada por los empobrecidos de la tierra, tiene un oído cercano en los creyentes que rápidamente nos convertimos en los oídos de Dios, en los ojos de Dios en las manos de Dios… nos toca anticipar, el Señor hará justicia de forma definitiva, pero los creyentes anticipamos esa justicia, hacemos presente lo que soñamos como futuro… oramos sin descanso para pedir la fuerza de Dios, por medio de su Espíritu para aliviar las heridas de nuestro mundo…

No podemos dejar de pedir justicia, no podemos dejar de, con todos los doloridos de la tierra, seguir gritándole al Padre que no nos abandone, que se derrame sobre nosotros todo su amor, toda la justicia. Y, no podemos olvidar que, nuestra petición, para que sea cristiana, es tarea.

Hoy, más que nunca, necesitamos de esa fe, de esa esperanza activa capaz de pedir y luchar, de confiar en que Dios, siempre está, “qué hará justicia a sus elegidos, que le gritan día y noche”.

viernes, 11 de octubre de 2013

DOMINGO XXVIII. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C



DOMINGO XXVIII. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.

Domingo 13 de Octubre del 2013. Lc. 17, 11-19
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:- «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»Al verlos, les dijo:- «Id a presentaros a los sacerdotes.»Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo:- «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»Y le dijo - «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»

     

  CUENTO: SER AGRADECIDOS

Cuentan que una vez llegó un hombre al cielo y Jesús comenzó a enseñarle los diferentes departamentos  existentes. El hombre notó lo atareados que estaban en el departamento de “peticiones” y “bendiciones”, donde se reciben las peticiones de las personas y donde se entregan las bendiciones solicitadas. Notó un departamento solitario y con un solo ángel. El hombre le preguntó a Jesús cuál era ese departamento. Jesús le contestó: “es el departamento donde se reciben los agradecimientos por las bendiciones recibidas a través de la peticiones”.

ENSEÑANZA PARA LA VIDA:

En esta sociedad nuestra tan altanera y autosuficiente donde todo es conquista y éxito humano, donde todo se exige, se compra y se vende, donde todo tiene un precio, donde la gratuidad es una reliquia de los tiempos antiguos poco menos, ¿qué lugar queda para el agradecimiento? Y en un cristianismo donde la base de la oración ha sido principalmente la petición, la exigencia, el mercadeo con Dios, no es extraño lo que dice el cuento de hoy sobre la falta de gente, incluso de cristianos que agradezcan.
Ante este panorama, el Evangelio de hoy nos presente la impresionante escena de la curación de los leprosos y la desoladora imagen de sólo uno de ellos vuelto para dar gracias. ¿Dónde están los otros nueve?, se queja Jesús. ¡Qué mal se tuvo que sentir al ver que su poder milagroso era sentido, no como un don para agradecer, sino como una fuerza para aprovecharse de ella, poco menos que por merecerla. Y qué curioso lo que se dice del único leproso que se volvió a Jesús: era un samaritana, o sea un hereje, un maldito, el único que no tenía la obligación de hacerlo. En cambio, los otros nueve, que eran judíos, aunque leprosos, aun sabiendo lo que era la marginación y rechazo de su propio pueblo, no les queda el educado sentimiento de agradecer. Hombres religiosos acostumbrados a la religión como una costumbre, no como una permanente admiración, asombro y alabanza. Un Dios para mi uso personal, un Dios a mi servicio, como si ese Dios personificado en Jesús no tuviese sentimientos. Y ya lo creo que los tiene. Siente que no hayan vuelto a dar gracias, esos precisamente que se creían buenos y religiosos. Tiene que ser una vez más un samaritano, un excluido, un ateo, aquel que todavía está abierto al don y no ha terminado de acostumbrarse a una religión rutinaria y ritualista, vaciada de lo esencial que es el amor.
Una llamada a nosotros cristianos que venimos todos los domingos a Misa, que tenemos la tentación de merecer el cielo y la salvación, que podemos pensar que no le debemos nada a Dios, que es algo merecido por nuestras obras. ¡Qué equivocados estamos! Todos somos “leprosos”, necesitados de conversión y curación continuas.  Nuestra vida debería ser, como significa precisamente Eucaristía, “acción de gracias” permanente por el maravilloso regalo de la fe, siempre abierta a maravillarse ante lo imprevisto de Dios, nunca acostumbrados al rito rutinario vacío de vida y de corazón.
De paso, todo esto nos recuerda que “agradecer” es la más hermosa actitud de la vida. El agradecimiento predispone a dar más. ¡Cómo nos gusta que nos agradezcan, que valoren lo que hacemos o que damos, que reconozcan nuestra persona!. Nos anima siempre a no cansarnos de seguir haciendo el bien. ¡Qué pena esta sociedad y estos niños y jóvenes sobre todo que están creciendo en la cultura del tener, del poseer, del pedir, del exigir, pero poco en la del dar, la del agradecer!
Ojalá que esta Eucaristía nos empuje a ser más agradecido con Dios, no por lo que nos da, sino por lo que El es, Fuente del Amor. Agradecidos con las personas, con nuestra familia, a la que damos por supuesto que nunca hay que agradecer nada. Agradecidos con nuestros amigos, ese hermoso tesoro que hemos encontrado en la vida y que debemos cuidar. Agradecidos con la gente que se cruza cada día en el camino de nuestras vidas: en el metro, en el autobús, en la vecindad, en el supermercado, en la escuela, en la fábrica, en la oficina. Agradecer sonriendo. Y veremos cómo se abren otras sonrisas, se iluminan otros ojos, se estrechan otras manos. Lo que sembramos, sin duda que es eso lo que recogemos.
Vivamos en permanente acción de gracias, en don, en gratuidad, porque eso es lo que cada domingo celebramos y vivimos en la Eucaristía y eso es lo que debemos vivir y llevar a nuestra vida cotidiana.
Pensemos por un momento en silencio en todo lo que hemos recibido gratuitamente de Dios y de los demás esta semana.
Hagamos que el ángel del cuento que cuidaba la oficina de los agradecimientos tenga mucho más trabajo con nuestros agradecimientos, que ahora y el resto de la semana subirán hacia él.

¡FELIZ Y AGRADECIDA SEMANA A TODOS!


viernes, 4 de octubre de 2013

DOMINGO XXVII. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.



DOMINGO XXVII. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.

Domingo 6 de Octubre del 2013.  Lc. 17, 5 -10

En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe.» El Señor contestó:- «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa montaña:"Arráncate de raíz y plántate en el mar." Y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa? ¿No le diréis:"Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer."»



   CUENTO: JONEYED Y EL BARBERO
El santo Joneyed acudió a la Meca vestido de mendigo. Estando allí, vio cómo un barbero afeitaba a un hombre rico. Al pedirle el barbero que le afeitara a él, el barbero dejó inmediatamente al hombre rico y se puso a afeitar a Joneyed. Y al acabar no quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo fue a además a Joneyed una limosna.
Joneyed quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las limosnas que pudiera recoger aquel día.
Sucedió que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una bolsa de oro. Joneyed se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oro al barbero. Pero el barbero le gritó:
- “¿Qué clase de santo eres? ¿No te da vergüenza pretender pagar un servicio hecho con amor?




ENSEÑANZA PARA LA VIDA:

Dicen las estadísticas, al menos en Europa, que hay un alto porcentaje de personas que han abandonado la Iglesia, que no participan de sus ritos y que no les interesa el tema religioso. ¿Significa esto que han perdido la fe? Me pregunto, ¿algún día la tuvieron? ¿se puede perder la fe?. O era tan poca que no llegaba a ser ni como un grano de mostaza. Personalmente creo que lo que hay en muchos cristianos y católicos no es fe genuina de la que habla el evangelio de hoy; primero porque si así fuera, como dice Jesús, se notaría más; segundo porque es evidente la poca convicción con que muchos llamados creyentes hablan de su fe; tercero porque la vivencia de gratuidad a nivel de fe de la que nos habla Jesús no es el más sobresaliente de los rasgos de la fe  incluso en los que  nos llamamos católicos y practicantes.  La fe, según el Evangelio, es un don, es un regalo de Dios,  totalmente gratuito, inmerecido; junto a esto, es una experiencia parecida al amor, una experiencia de amistad que transforma la vida y trastoca la jerarquía de valores en la que apoyamos nuestra vida. Y esto que parece tan sencillo de entender, no es tan fácil de vivir, sobre todo en esta sociedad nuestra donde todo tiene un precio y donde las cosas, las relaciones muchas veces se compran y se venden. Aunque es verdad que mucha gente busca hoy más que nunca esa sensación de ser amado gratuitamente, quizá porque eso es precisamente lo que no siente ni vive. Terrible sociedad que nos hace desconfiar de los demás, de los amigos, incluso de la familia, que nos hace creer que todo se vive por interés. Y así cómo vamos a entender y vivir la fe desde una experiencia de gratuidad y de amor. Nos pasa como en el cuento de hoy a Joneyed, creemos que tenemos que pagar siempre algo a Dios: sean nuestras misas, nuestros rosarios, nuestras buenas obras. Nos cuesta entender que a Dios no se le compra, que Dios es puro don, puro amor incondicional, y que su amor no depende de nuestros comportamientos. Hemos hecho una religión moralista, de cumplimientos de normas y leyes, y nos hemos olvidado de lo fundamental, lo que hace al cristianismo ser una religión diferente y revolucionaria: la experiencia gratuita del amor de Dios manifestada en Cristo, una experiencia más mística que moralista, lo cual no quiere decir que no tenga consecuencias morales en nuestra vida, pero son la consecuencia, no la causa de la fe y del amor de Dios. Dios nos ama, no porque seamos buenos, nos ama por que sí, porque somos sus hijos, incubando en nosotros la gran revolución del amor.
Vivamos esta Eucaristía desde la gratuidad del don. Impresionante milagro sobre la tierra que todo un Dios que no cabe en cielo y tierra haya querido hacerse, por amor, humilde pan y vino para alimentar nuestra fe.
Hagamos todo con esta gozosa experiencia de agradecimiento, sin exigir nada, trabajando cada día por el Reino de Dios, pues Dios ya sabe lo que necesitamos y nos dará todo por añadidura.
Es difícil amar como Dios nos ama, pero con su ayuda, lo podemos intentar. “Como si todo dependiera de nosotros, como si todo dependiera de Dios”, como decía san Ignacio. En actitud de humilde alabanza y admiración como nos ha recordado esta semana san Francisco de Asís y el Papa Francisco que este pasado día 4 ha visitado la ciudad de Asís, invitando a todos a volver a la sencillez, la humildad y la experiencia profunda de Dios.

¡FELIZ Y GRATUITA SEMANA!