viernes, 3 de enero de 2014

Domingo 5 de Enero del 2014



DOMINGO SEGUNDO DE NAVIDAD. CICLO A.

Domingo 5 de Enero del 2014. Jn. 1, 1-18
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz,
para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: "Éste es de quien dije: 'El que viene detrás de mí, pasa delante de mí, porque existía antes que yo.'"
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

CUENTO: EL ESPEJISMO

Un hombre se había perdido en el desierto. Agotadas sus provisiones de víveres y de agua, caminaba lastimero por las ardientes arenas, De improviso vio ante sí unas palmeras y sintió el borboteo del agua.
Aún más desconsolado pensó para sí: “Esto es un espejismo. Mi fantasía me hace ver los más profundos deseos de mi subconsciente. La realidad es que no hay absolutamente nada”.
Sin más esperanza, desvariando, exhausto en el suelo. Poco tiempo después, lo encontraron dos beduinos. Pero el pobre hombre ya estaba muerto.
-Esto es absurdo- , dijo uno de ellos. – ¡Tan cerca del oasis, con el agua a dos pasos los dátiles que le caían en la boca! ¿Cómo es posible que haya muerto?
- ¡Era un hombre  moderno! Lo racionalizaba y desconfiaba de todo, tenía ojos pero no era capaz de ver el oasis que en realidad estaba delante de sus narices – dijo el otro sacudiendo la cabeza
Pasaron muchos años y el joven se convirtió en un exitoso hombre de negocios. Tenía una bonita casa y una hermosa familia, pero cuando supo que su padre que ya era anciano y estaba muy enfermo, pensó visitarlo; no lo había vuelto a ver desde el día de su graduación. Antes que pudiera partir para verlo, recibió el telegrama que le avisaba que su padre había muerto, habiéndole legado todas sus posesiones, por lo cual debía viajar de inmediato para iniciar los trámites sucesorios.
Cuando llegó a la casa de su padre, la tristeza y el arrepentimiento embargaron su corazón. Comenzó a ver los documentos importantes que había en el escritorio y entre ellos, encontró la Biblia que le había dado en aquella ocasión; con lágrimas en los ojos la abrió y comenzó a hojear sus páginas. Su padre cuidadosamente había subrayado un verso de Mateo 7.11 "Y si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas guías a vuestros hijos, cuanto más nuestro Padre Celestial dará a sus hijos aquello que le pidan".
Mientras leía esas palabras, unas llaves de coche cayeron de la Biblia. Tenía una tarjeta de la agencia de automóviles donde él había visto ese coche deportivo que había deseado tanto. En la tarjeta estaba escrita la fecha del día de su graduación y las palabras: Totalmente Pagado.

ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Todos vamos cometiendo a lo largo de la vida errores y desaciertos de todo tipo. 
Calculamos mal las cosas. No medimos bien las consecuencias de nuestros actos.
 Nos comportamos de manera poco reflexiva. Nos dejamos llevar por el apasionamiento o la insensatez. Somos así. Sin embargo, no son ésos los errores más graves. Lo peor es tener planteada la vida de manera errónea.
 Todos sabemos que la vida es un regalo. No soy yo quien he decidido nacer. No me he escogido a mí mismo. No he elegido a mis padres ni a mi pueblo.
 Todo me ha sido dado. Vivir es ya desde su origen recibir. La única manera de vivir sensatamente es acoger de manera activa y responsable lo que se me da.
 Sin embargo, no siempre pensamos así. Nos creemos que la vida es algo que se nos debe, que nos pertenece de manera exclusiva. 
Nos sentimos propietarios de nosotros mismos. Pensamos que la manera más acertada de vivir es organizarlo todo en función de mi mismo. Yo soy lo único importante. ¿Qué importan los demás?
 Esto tiene consecuencias diversas. Algunos no saben vivir sino exigiendo. Exigen y exigen siempre más. Tienen la impresión de no recibir nunca lo que se les debe. Son como niños insaciables que nunca están contentos con lo que tienen. No hacen sino pedir, reivindicar, lamentarse.
 Sin apenas darse cuenta, se convierten poco a poco en el centro de todo. Ellos son la fuente y la norma. Todo lo han de subordinar a su ego. Todo ha de quedar instrumentalizado para su provecho.
 La vida de la persona se cierra entonces sobre sí misma. Ya no se acoge el regalo de cada día. Desaparece el reconocimiento y la gratitud. No es posible vivir con el corazón dilatado. Se sigue hablando de amor pero «amar» significa ahora poseer, desear al otro, ponerlo a mi servicio.
 Esta manera de enfocar la vida conduce a vivir cerrados a Dios. La persona se incapacita para acoger. No cree en la gracia, no se abre a nada nuevo, no escucha ninguna voz, no sospecha en su vida presencia alguna. Es el individuo el que lo llena todo.
 Por eso es tan grave la advertencia del evangelio en estos últimos días de la Navidad: «La palabra era luz verdadera que alumbra a todo hombre. Vino al mundo... y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron». Nuestro gran pecado es vivir sin acoger. Como le pasó al hombre del cuento, que murió por no saber ver la luz y la salvación que tenía delante de sus ojos. 
Y cómo sí lo supieron ver y reconocer aquellos tres Magos de Oriente que siguieron la luz de la estrella y a quienes Jesús se reveló como Luz de todos los pueblos, y como celebraremos mañana día 6 en la fiesta de la Epifanía.





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