Domingo 9 de Marzo del 2014. Mt. 4, 1-11
Jesús
regresó del Jordán lleno del Espíritu Santo. El Espíritu lo condujo al
desierto, donde el diablo lo puso a prueba durante cuarenta días. En todos esos
días no comió nada, y al final sintió hambre. El diablo le dijo entonces: –Si
eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. Jesús le
respondió: –Está escrito: No sólo de pan vive el hombre. Lo llevó después el
diablo a un lugar alto y le mostró en un instante todos los reinos de la
tierra. El diablo le dijo: –Te daré todo
el poder de estos reinos y su gloria, porque a mí me lo han dado y yo puedo
dárselo a quien quiera. Si te postras
ante mí, todo será tuyo. Jesús respondió: –Está escrito: Adorarás al Señor tu
Dios, y sólo a él le darás culto. Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso en el
alero del templo y le dijo: –Si eres Hijo de Dios, tírate desde aquí; porque está escrito: Dará órdenes a sus
ángeles para que te guarden; te llevarán
en brazos y tu pie no tropezará en piedra alguna. Jesús le respondió: –Está
dicho: No tentarás al Señor tu Dios. Cuando terminó de poner a
prueba a Jesús, el diablo se alejó de él hasta el momento oportuno.
CUENTO: CUARESMA
PARA ENTREGARNOS A DIOS
Una muñeca de sal recorrió miles de
kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada
por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto
hasta entonces…..¿Quién eres tu?, le preguntó al mar la muñeca de sal. Con una
sonrisa, el mar le respondió."Entra y compruébalo tu misma".Y la
muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba
disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella. Antes de que se disolviera
el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada... ¡Ahora ya sé quien soy¡
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Nos pasa con la cena de Navidad, los cumpleaños, los aniversarios…Y es que la vida es celebración y rito. Por eso, no es de extrañar
que la Iglesia, año tras año, nos invite a entrar en el ciclo ritual y
litúrgico de la Cuaresma, un tiempo de conversión, de solidaridad y de alegría.
La Ceniza, este pasado miércoles, expresaba este sincero deseo de cambio en
nuestras vidas. Estas vidas a veces sometidas al rutinario devenir de los días,
las estaciones y los años.
Una rutina que muchas veces no nos hace vivir con
conciencia nuestra existencia y donde se nos van pegando adherencias y corazas
que van endureciendo nuestro corazón, nuestros sentimientos, nuestro espíritu.
Por eso la Cuaresma, que es como un toque de atención para ponernos en marcha y mirar hacia dentro, hacia lo
profundo de nosotros mismos y escucharnos, y escuchar la voz amorosa de Dios
que renueva en nosotros su presencia, su protección, y su llamada a ser lo
mejor de nosotros mismos.
Este es el sentido del ayuno, de la abstinencia:
dominarnos a nosotros mismos, ser señores de nuestras vidas, no dejar que las
cosas materiales no aten, hacer que nuestro cuerpo y nuestra alma vivan en
armonía, ser conscientes de las múltiples tentaciones que nos acechan y que
muchas veces nos impiden en verdad se felices, en especial la tentación del
dinero, del materialismo, de la apariencia, de la fama, del poder.
Tentaciones
que también sufrió Jesús, como nos recuerda hoy el Evangelio. Tentaciones que
van haciendo daño en aspectos fundamentales de nuestra vida: menos tiempo para
la familia, menos tiempo para los amigos, menos tiempo para charlar, menos
tiempo para acoger gratuitamente, menos tiempo para estar con los hijos, con la
pareja, con el marido, con la esposa, menos tiempo para nuestro descanso, para
escuchar nuestros sentimientos, menos tiempo para mirar nuestra mente, nuestros
corazones, nuestro espíritu, menos tiempo para Dios.
Jesús nos invita en esta Cuaresma a ir con él al
desierto, a echar un vistazo a lo más profundo de nosotros mismos, a
desenmascarar nuestros engaños que nos hacen creer que es mejor y más feliz el
que más tiene, el que más manda, el que más aparenta, el que más vence, el que
más egoísta es.
Cuaresma para descubrir que el mal también está en
nosotros y en nuestra manera y actitud como percibimos las cosas y las personas.
Cuaresma en definitiva para ser más nosotros mismos, porque sólo en Dios
encontramos la verdadera raíz de nuestra vida, como nos dice el cuento de hoy,
echándonos sin miedo en los brazos amorosos de Dios, confiando en su
misericordia y la victoria sobre el mal.
Cuaresma para ser más amables, para
agradecer más, para amar más, para preocuparnos más de los que nos rodean, para
ser solidarios con los que sufren y con los más necesitados, para buscar y amar
a Dios.
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