Ya estamos en las vacaciones y la iglesia Espiritu Santo del Albir está animada y llena de feligreses.
Hoy, a las 20:30 en la explanada de la iglesia se han bendecido las espectaculares motos de las Harley Davidson. Miguel Ángel Schiller, sacerdote es el capellán de estos moteros.
Roguemos para que en la carretera estén ellos y todos protegidos de accidentes y de dolor.
sábado, 2 de agosto de 2014
martes, 17 de junio de 2014
La Iglesia no se alquila
Homilía 5 de junio Casa de Santa Marta
El PAPA reafirmó que hay “algunos grupos que alquilan la Iglesia, pero no la consideran su casa”. El Santo Padre enumeró estos tres grupos de cristianos: en el primero – dijo – están “aquellos que quieren que todos sean iguales en la Iglesia”. “Martirizando un poco la lengua italiana” – bromeó Francisco –podríamos definirlos que se “uniforman”:
“La uniformidad. La rigidez. ¡Son rígidos! No tienen esa libertad que da el Espíritu Santo. Y crean confusión entre lo que Jesús predicó en el Evangelio con su doctrina, con su doctrina de igualdad. Y Jesús jamás quiso que su Iglesia fuera tan rígida. Jamás. Y éstos, por tal actitud, no entran en la Iglesia. Se dicen cristianos, se dicen católicos, pero su actitud rígida los aleja de la Iglesia”.
El otro grupo – prosiguió diciendo el Papa – está hecho de aquellos que siempre tienen una idea propia, “que no quieren que sea como la de la Iglesia, tienen una alternativa”. Son – dijo el Papa – los “alternativos”:
“Yo entro en la Iglesia, pero con esta idea, con esta ideología. Y así su pertenencia a la Iglesia es parcial. También éstos tienen un pie fuera de la Iglesia. También para éstos la Iglesia no es su casa, no es propia. En un determinado momento alquilan la Iglesia. ¡Al principio de la predicación evangélica había de éstos! Pensemos en los agnósticos, a los que el Apóstol Juan bastonea tan fuerte, ¿no? ‘Somos... sí, sí... somos católicos, pero con estas ideas’. Una alternativa. No comparten ese sentir propio de la Iglesia”.
Y el tercer grupo – dijo Francisco – es el de aquellos que “se dicen cristianos, pero que no entran con el corazón en la Iglesia”: son los “ventajistas”, aquellos que “buscan las ventajas, y van a la Iglesia, pero por ventaja personal, y terminan haciendo negocios en la Iglesia”:
“Los especuladores. ¡Los conocemos bien! Pero desde el principio estaban. Pensemos en Simón el Mago, pensemos en Ananías y en Safira. Estos se aprovechaban de la iglesia para su propia ventaja. Y los hemos visto en las comunidades parroquiales o diocesanas, en las congregaciones religiosas, en algunos benefactores de la Iglesia, ¡tantos, eh! Se pavonean de ser precisamente benefactores y al final, detrás de la mesa, hacían sus negocios. Y éstos tampoco sienten a la Iglesia como madre, como propia. Y Jesús dice: ‘¡No! ¡La Iglesia no es rígida, una, sola: la Iglesia es libre!’”.
En la Iglesia – reflexionó el Papa – “hay tantos carismas, hay una gran diversidad de personas y de dones del Espíritu”. Y recordó que el Señor nos dice: “Si tu quieres entrar en la Iglesia, que sea por amor”, para dar “todo tu corazón y no para hacer negocios en tu beneficio”. La Iglesia – reafirmó Francisco – “no es una casa de alquiler”, la Iglesia “es una casa para vivir”, “como madre propia”.
El PAPA reafirmó que hay “algunos grupos que alquilan la Iglesia, pero no la consideran su casa”. El Santo Padre enumeró estos tres grupos de cristianos: en el primero – dijo – están “aquellos que quieren que todos sean iguales en la Iglesia”. “Martirizando un poco la lengua italiana” – bromeó Francisco –podríamos definirlos que se “uniforman”:
“La uniformidad. La rigidez. ¡Son rígidos! No tienen esa libertad que da el Espíritu Santo. Y crean confusión entre lo que Jesús predicó en el Evangelio con su doctrina, con su doctrina de igualdad. Y Jesús jamás quiso que su Iglesia fuera tan rígida. Jamás. Y éstos, por tal actitud, no entran en la Iglesia. Se dicen cristianos, se dicen católicos, pero su actitud rígida los aleja de la Iglesia”.
El otro grupo – prosiguió diciendo el Papa – está hecho de aquellos que siempre tienen una idea propia, “que no quieren que sea como la de la Iglesia, tienen una alternativa”. Son – dijo el Papa – los “alternativos”:
“Yo entro en la Iglesia, pero con esta idea, con esta ideología. Y así su pertenencia a la Iglesia es parcial. También éstos tienen un pie fuera de la Iglesia. También para éstos la Iglesia no es su casa, no es propia. En un determinado momento alquilan la Iglesia. ¡Al principio de la predicación evangélica había de éstos! Pensemos en los agnósticos, a los que el Apóstol Juan bastonea tan fuerte, ¿no? ‘Somos... sí, sí... somos católicos, pero con estas ideas’. Una alternativa. No comparten ese sentir propio de la Iglesia”.
Y el tercer grupo – dijo Francisco – es el de aquellos que “se dicen cristianos, pero que no entran con el corazón en la Iglesia”: son los “ventajistas”, aquellos que “buscan las ventajas, y van a la Iglesia, pero por ventaja personal, y terminan haciendo negocios en la Iglesia”:
“Los especuladores. ¡Los conocemos bien! Pero desde el principio estaban. Pensemos en Simón el Mago, pensemos en Ananías y en Safira. Estos se aprovechaban de la iglesia para su propia ventaja. Y los hemos visto en las comunidades parroquiales o diocesanas, en las congregaciones religiosas, en algunos benefactores de la Iglesia, ¡tantos, eh! Se pavonean de ser precisamente benefactores y al final, detrás de la mesa, hacían sus negocios. Y éstos tampoco sienten a la Iglesia como madre, como propia. Y Jesús dice: ‘¡No! ¡La Iglesia no es rígida, una, sola: la Iglesia es libre!’”.
En la Iglesia – reflexionó el Papa – “hay tantos carismas, hay una gran diversidad de personas y de dones del Espíritu”. Y recordó que el Señor nos dice: “Si tu quieres entrar en la Iglesia, que sea por amor”, para dar “todo tu corazón y no para hacer negocios en tu beneficio”. La Iglesia – reafirmó Francisco – “no es una casa de alquiler”, la Iglesia “es una casa para vivir”, “como madre propia”.
sábado, 17 de mayo de 2014
Peregrinación a Israel
Oración para acompañar al Papa Francisco en su peregrinaje a Tierra Santa
Padre Celestial,
Tú no te cansas de amarnos y ser misericordioso. El Sucesor de Pedro quiere visitar la Tierra hecha Santa desde el nacimiento, desde el bautismo, la enseñanza, la muerte y la resurrección de tu Hijo. Permanece con él, santifícalo y bendícelo. Extiende el manto de tu ternura sobre cada paso de su peregrinación entre nosotros, para que cada uno pueda ver en él, un peregrino apasionado, un maestro sabio y un guía humilde.
Señor Jesucristo, que rezaste por la unidad de tu Iglesia diciendo 'que sean uno solo’, haz que el encuentro entre el Santo Padre y el Patriarca Ecuménico contribuya a hacer crecer nuestro compromiso por la unidad de tus hijos, haz que el encuentro del Papa con las autoridades políticas sean fructíferas para la justicia y la paz, protege a todos los habitantes de esta tierra y de los seguidores de las religiones del Oriente Medio, de modo que puedan vivir en armonía, en diálogo y cooperación para alcanzar la plena ciudadanía.
Buen Pastor, que estás representado en la cruz pectoral del Papa Francisco, mientras caminamos en el Espíritu de humildad que nos donaste, reaviva en nosotros la consciencia de nuestra identidad cristiana para que, como verdaderos discípulos, podamos dar testimonio de tu Buena Noticia y de tu resurrección en nuestras iglesias, en nuestra sociedad y en todo el mundo, especialmente sirviendo a los más débiles, pobres y refugiados.
Bendice, Señor Santísimo, esta cuarta visita papal a nuestra Tierra Santa a través de la intercesión de la Santísima Virgen María, San José, los Santos de Tierra Santa, y los dos nuevos Santos Juan Pablo II y Juan XXIII,
Amén
viernes, 21 de marzo de 2014
TERCER DOMINGO DE CUARESMA. CICLO A.
Domingo 23 de Febrero del 2014 ( Jn. 4, 5-42)
“En aquel tiempo, llegó
Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su
hijo José; allí estaba el manantial de Jacob.
Jesús, cansado del camino, estaba
allí sentado junto al manantial.
Era
alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús
le dice: -«Dame de beber.»
Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar
comida. La samaritana le dice: -«¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a
mí, que soy samaritana? » Porque los
judíos no se tratan con los samaritanos.
Jesús le contestó: -«Si conocieras el
don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua
viva.»
La mujer le dice: -«Señor, si no
tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más
que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos
y sus ganados?»
Jesús le contestó: -«El
que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le
daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en
un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.»
La mujer le dice: -«Señor,
dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.»
Él le dice: -«Anda, llama a tu marido y
vuelve.»
La mujer le contesta: -«No tengo marido.»
Jesús le dice: -«Tienes
razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu
marido. En eso has dicho la verdad.»
La
mujer le dice: -«Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron
culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está
en Jerusalén.»
Jesús le dice: -«Créeme,
mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis * culto
al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno
que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora,
ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en
espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es
espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.»
La mujer
le dice: -«Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá
todo. » Jesús le dice: -«Soy yo, el que
habla contigo.»
En esto llegaron sus
discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer,
aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?»
La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al
pueblo y dijo a la gente: -«Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que
he hecho; ¿será éste el Mesías?»
Salieron del pueblo y se pusieron en camino
adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían: -«Maestro, come.»
Él les dijo: -«Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.»
Los
discípulos comentaban entre ellos: -«¿Le habrá traído alguien de comer?»
Jesús
les dice: -«Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a
término su obra. ¿No decís vosotros que
faltan todavía cuatro meses para la cosecha?
Yo os digo esto: Levantad los ojos
y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está
recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran
lo mismo sembrador y segador.
Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y
otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y
vosotros recogéis el fruto de sus sudores.»
En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que
había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»
Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos,
le rogaban que se quedara con ellos.
Y se quedó allí dos días.
Todavía creyeron
muchos más por su predicación, y decían a la mujer: -«Ya no creemos por lo que
tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el
Salvador del mundo.»
CUENTO: EL
POZO DEL DESIERTO
Es una leyenda antigua contada por los monjes del
desierto. En los confines de Tebaida, dice la leyenda, había un pozo que
apagaba la sed de todos los peregrinos que pasaban por allí. Lo más curioso
de ese pozo era que el que bebía de su agua no volvía a tener sed. El
problema era que nadie sabía exactamente dónde estaba el pozo.
No obstante, un día, un investigador de los
archivos monásticos encontró, entre muchas cosas, un mapa antiguo que hablaba
de ese pozo y lo localizaba. Sin contárselo a nadie, el investigador escondió
el mapa para que nadie más supiera de su existencia y se puso a caminar,
desierto adentro, a la búsqueda del pozo. Pero pasaron los días… y el hombre
nunca más volvió. ¿Qué habría acontecido?
Algunos años más tarde, otro sabio encontró por
azar el mapa escondido, y también él lo escondió de nuevo, y se aventuró solo
a la búsqueda del deseado pozo. Pero tampoco él volvió jamás. Y una vez más
la historia del pozo que apagaba la sed de todo el mundo cayó en el olvido.
Dice la leyenda que la historia se repitió varias
veces, hasta que el mapa fue a caer en las manos de un pobre trabajador.
Sorprendido con la novedad, en vez de esconder el mapa, habló de él a toda la
gente y del pozo escondido que apagaba la sed. La novedad era tan grande que
las personas no se lo creían. ¿Un pozo que apaga la sed? ¿Quién se lo va a
creer?
No obstante, un pequeño grupo estudió
cuidadosamente el mapa y llegó a la conclusión de que el mapa parecía
autentico. Y si el mapa era verdadero, ¿por qué no podía ser verdadero el
pozo? Se juntaron en un grupo y decidieron ir a la búsqueda del pozo. Se
prepararon para el viaje y, un buen día, se pusieron en camino desierto
adentro. El viaje fue duro y difícil, pues el sol del desierto no perdonaba.
Pero como iban en grupo, se ayudaban los unos a los otros compartiendo la
poca agua que llevaban.
Después de largos días de viaje, cuando el
desierto parecía no tener fin, avistaron el pozo. Era verdad: el pozo no era
un espejismo. Pero, ante el asombro de todos, vieron junto al pozo centenares
de esqueletos humanos. Se acercaron, miraron dentro del pozo y vieron que no
se habían equivocado: abajo el agua brillaba. El problema era que no tenían con
que sacar el agua. Por eso, todos los que antes habían buscado solos el pozo
habían muerto de sed. Entonces el grupo se sentó a reflexionar sobre cómo
sacar el agua del pozo. No tenían ni cuerda ni cubo y el pozo era profundo.
Entonces, con las ropas que tenían hicieron una cuerda larga, ataron en la
punta un botijo y lo llevaron al fondo del pozo. Y todos pudieron beber del
agua del pozo. La verdad era que, después de beber, nunca más tuvieron sed.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
El tercer domingo de Cuaresma nos presenta una
escena muy entrañable del Evangelio, el encuentro de Jesús con la mujer
samaritana, junto al pozo de Jacob.
Cristo se hace el sediento para suscitar un
diálogo con aquella mujer y de paso nos ofrece una magnífica catequesis del
proceso de la fe. Desde lo humano llegar a lo divino.
Desde el agua del poco de
Jacob al manantial de agua viva que brota de Cristo hasta la vida eterna.
En
nuestro camino por la Cuaresma hemos pasado ya el desierto de las tentaciones y
las dificultades de la fe, hemos subido a la montana de la Transfiguración para
superar esas dificultades con la ayuda de Dios que nos ilumina y nos guía con
su resplandor.
Hoy nos invita a dar un paso más en nuestra conversión:
descubrir cuál es la sed radical de nuestra vida y las aguas con que saciamos
esa sed. Vivimos un tiempo de sed espiritual profunda, aunque apenas eso se
manifieste en el exterior. Aparentemente todo está cubierto, especialmente las
necesidades materiales. Pareciera que el ser humano hubiera ya llenado así su
sed radical de felicidad.
Los cristianos a veces también entramos en esta
carrera de búsqueda superficial de agua para calmar la sed. Y también nos
llenamos de consumo, materialismo, apariencia, fama, poder, lujo… Cristo nos
recuerda que no es fuera donde encontraremos esa felicidad que anhelamos, el
agua viva no la está en las cosas exteriores a nosotros, sino que hay buscarla
dentro.
Y es una búsqueda no sólo personal sino comunitaria, porque no es un
agua para beberla a solas y para guardarla ni estancarla, sino para
compartirla, para darla, para ofrecerla a otros y con otros, como nos recuerda
el cuento de que os pongo para este domingo. Porque el Agua Viva que es Cristo,
el Amor de Dios es Manantial y Fuente que brota para la vida eterna, que no se
agota en nosotros, que se hace solidaridad y encuentro con los otros, como hizo
la samaritana al ir a comunicárselo a sus paisanos.
Para los cristianos sabemos
que es Cristo esa fuente viva que colma nuestra ansia de felicidad
definitivamente y sabemos que sólo el amor, la paz, la familia, los amigos, la
generosidad, la bondad, la alegría, la amabilidad nos dejan un poso de satisfacción duradera en
nuestro espíritu.
Ni el egoísmo ni las cosas materiales llenarán nunca el vacío
que se siente cuando no somos amados o cuando somos heridos. Sólo la certeza de ser amados en lo profundo
de nuestro ser nos hace resurgir renovados.
Dejemos, pues, en esta Cuaresma que
Cristo se acerque a nosotros y hagamos como que él nos necesita a nosotros,
hagámonos los importantes; pero luego, dejemos que Él nos hable al corazón, que
Él descubra la sed profunda de nuestra alma; que Él abra nuestras vidas a los
otros y al amor; que plante en lo más profundo de nosotros mismos ese surtidor
de fe y de paz que no se agota sino que se prolonga hasta una vida eterna
felices con el Señor.
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